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::: EL CAMINO DE LAS ESTRELLAS

::: EL CAMINO DE LAS ESTRELLAS

Enterrado ya Santiago en Galicia, los primeros cristianos debieron de haberle rendido culto. Las continuas incursiones de suevos, godos, visigodos y posteriormente la conquista islámica de la península en el siglo VIII obligaron a los cristianos a mantener escondidas las reliquias de Santiago, protegidas y custodiadas, al parecer, por los ermitaños del lugar. Con el paso de los años se va debilitando la memoria del culto apostólico qunque aún pervive la tradición de la evangelización de España por el Apóstol Santiago, reforzada por libros como el Breviario de los apóstoles del siglo VI.

La incurrsión islámica nunca llegó a alcanzar a todo el territorio peninsular, sino que el norte estuvo dividido entre varios reinos cristianos que por razones climatológicas y geográficas habían sobrevivido a los duros embates musulmanes.

A principios del siglo IX, en un contexto socio-político saturado de necesidades espirituales, intolerancia religiosa y presiones militares, tiene lugar el descubrimiento del sepulcro apostólico, que podemos situar en torno al año 820. Durante el reinado de Alfonso II el Casto (791-842).



Cuenta la tradición que un ermitaño, de nombre Pelayo, que vivía en el lugar de Solovio -donde está situada la iglesia de San Fiz de Solovio, en la Compostela actual-, en el bosque Libredón, observó durante varias noches sucesivas unos resplandores o luminarias misteriosas que semejaban una lluvia de estrellas sobre un montículo del bosque. El nombre de Compostela provendría del latín Campus Stellae, o campo de las estrellas.

Esta luz o estrella reveladora de la existencia de la tumba apostólica se convierte en otro de los símbolos relacionados con Santiago y el culto jacobeo. Pero no es tan sólo una estrella; la huella del Camino de Santiago está marcada desde siempre en la Vía Láctea porque su dirección indica también la del caminante hacia Compostela, lo que llevó a referirse a esta ruta como el CAMINO DE LAS ESTRELLAS.



Pelayo, impresionado por las visiones, se presentó ante el obispo diocesano Teodomiro, que en aquella época regía la sede de Iria Flavia, para comunicarle el hallazgo. El obispo, ante la insistencia de Pelayo, reunió un pequeño séquito y se dirigió inmediatamente a Libredón. En el medio del bosque, él mismo pudo contemplar el fenómeno relatado por el ermitaño. Un fuerte resplandor iluminaba el lugar en donde, entre la densa vegetación, encontrarían un sepulcro de piedra en el que reposaban tres cuerpos, identificados como el de Santiago el Mayor y sus discípulos Teodoro y Atanasio. El primer relato pormenorizado que se conserva sobre el descubrimiento es la Concordia de Antealtares, de 1077.

Teodomiro puso de inmediato el hecho en conocimiento del rey Alfonso II, que acudió rápidamente desde Oviedo para visitar el lugar y constatar la milagrosa revelación. El rey Casto consideraba el cristianismo como un elemento catalizador y unificador contra el Islam. El hallazco de las reliquias del Apóstol dentro de los límites de su reino constituía un poderoso instrumento político-religioso que fortalecía la iglesia astur-galaica frente a los ataques islámicos y el expansionismo carolingio.



La figura del apóstol se convirtó en un elemento unificador de los reinos y pueblos cristianos de la península para luchar contra los musulmanes, si los moros invocaban a Mahoma, los cristianos lo hacían a Santiago, y así aquel Santiago humilde, amigo de los pobres, confiado en el poder de la palabra, se convirtió en un guerrero [Santiago matamoros] que toma por primera vez la espada el 23 de mayo del 844, para ayudar a Ramiro I de Asturias en la batalla de Clavijo, contra Abderramán II. Según la leyenda, el apóstol se apareció sobre un caballo blanco gritando "¡Santiago cierra España!"



La orden religiosa de Cluny impulsó la peregrinación hacia Compostela, pero lo que le dio el impulso necesario para convertirse en la tercera ciudad más importante de la cristiandad fue La Institución de la gracia del Jubileo -Indulgencia plenaria- por el Papa Calixto II, del Año Santo Jacobeo, y por su sucesor, Alejandro III, a través de la Bula Regis Terna, a quienes visiten el templo compostelano los años en que el 25 de Julio (día de Santiago) coincidiese en domingo, impulsaron definitivamente las peregrinaciones a Santiago durante la Edad Media.

En el siglo XIV comienza un profundo declive, provocado tanto por las catástrofes que asolaron la centuria (sobre todo la peste negra) como por las numerosas guerras en las que se vio envuelto el continente. Esta decadencia se acrecentó en el siglo XVI: la irrupción del protestantismo y las guerras de religión fueron la causa, así como la ocultación de los restos del Apóstol durante casi 300 años para evitar que cayeran en manos de los piratas ingleses. Este proceso culminó en el siglo XIX con la práctica desaparición de las peregrinaciones. Comentan las crónicas que el 25 de Julio de 1867 apenas había cuarenta peregrinos en la ciudad de Compostela.

En 1878 el Papa León XIII expide una Bula confirmando la autenticidad de los restos reencontrados del Apóstol, hecho que hace resurgir las peregrinaciones paulatinamente hasta llegar a 1993, último Año Santo.



Actualmente, al margen de las motivaciones religiosas que le dieron vida, el interés del Camino se centra en sus aspectos artísticos y turísticos: en lo arquitectónico (por el llamado estilo de peregrinación), en la importantísima escultura románica (cuya evolución podemos seguir a lo largo de la ruta hasta desembocar en el Pórtico de la Gloria), en la pintura (plasmada en el panteón de San Isidoro de León), y, en fin, en los destacados alicientes turísticos: paisajes, gastronomía, cultura, que ofrece la milenaria ruta por la que pasaron personajes tan notables como Fernán González, El Cid, Luis VII de Francia, Eduardo I de Inglaterra, Juan de Brienne (Rey de Jerusalén), la Princesa sueca Ingrid, Isabel de Portugal, San Francisco de Asís, el pintor flamenco Juan Van Eyck, Domingo de Guzmán, Raimundo Lulio, San Vicente Ferrer y millones anónimos que, sufriendo las innumerables dificultades del Camino, llegaron a Compostela simplemente para rezar y redimir sus penas.



PRIMERA CONCIENCIA COMUN DE EUROPA

El Camino de Santiago configuró una identidad común europea. Como lugar de encuentro entre gente de diversas nacionalidades, con distintos propósitos: la peregrinación espiritual, el comercio, las artes, la política. Era un espacio en que se daba el reconocimiento mutuo que permite crear una identidad nueva y amalgamadora de las particularidades nacionales en una mayor. Según Goethe: "Europa se hizo peregrinando a Compostela".

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