::: ¿MAL DE MUCHOS...?
" La mayoría de políticos, como podemos apreciar, no están interesados en la verdad sino en el poder y en su mantenimiento. Para mantener dicho poder, es esencial que las personas permanezcan en la ignorancia de la verdad, incluso la verdad sobre sus propias vidas. De ahi que lo que nos rodea es un vasto tapiz de mentiras, del cual nos alimentamos"
Estas palabras, que a muchas personas alrededor del orbe les suenan tan familiares, fueron pronunciadas por el escritor británico Harold Pinter en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura 2005. Pinter, aquejado de cancer, no pudo asistir personalmente a la ceremonia, enviando para tal efecto una videograbación en la que condenó y denunció las graves violaciones al Derecho Internacional, la moral y el sentido común perpetradas por la política exterior norteamericana, poniendo especial énfasis en la guerra en Irak.
Más allá de la relevancia periodística e histórica de esta noticia, el extracto citado escapa a ser considerado como un discursito típico cargado de frases hechas y buena voluntad, al que nos tienen acostumbrados diversos personajes de nuestros respectivos entornos político sociales. Es una denuncia en toda regla, un cuestionamiento abierto que llama a echar en marcha aquella maquinaria casi olvidada entre tanto "entretenimiento": nuestra propia capacidad de pensar y buscar la verdad sobre las cosas y sobre nosotros mismos.
En los últimos meses, me he dado cuenta qué tan real puede ser aquella ficción presentada por Aldous Huxley en su novela "Un Mundo Feliz". En ésta, se había concebido una sociedad perfecta, donde cada quien ocupaba un lugar predeterminado en el que supuestamente era feliz. ¿Como se conseguía esta boyante utopía? pues muy fácil, dividiendo y estamentalizando en diversas capas sociales (los Alphas, los Betas, los Gammas, los Deltas y los Epsilones) a las cuales se les asignaba un rol y un discurso, el cual ofrecía las mejores razones por las que a uno le convenía haber nacido como Alpha, Betha, Gamma, Delta o Epsilon. Un discurso ajeno a la propia conciencia y al libre albedrío que era rematado por la toma de una droga llamada soma, la cual otorgaba felicidad instantánea al que la consumía, sin necesidad de ahondar en ningún tema que pudiese romper tan satisfactorio orden.
Pareciese como si el preguntar, el ser concientes de nuestra dignidad y nuestro valor como seres humanos hubiese sido vetado, como si paulatinamente estuviesemos involucionando a ser una raza autómatas, buscando panaceas automáticas para nuestros problemas de cada día, en lugar de buscar soluciones que ataquen directamente las verdaderas causas. Paulatinamente nos vamos olvidando de las grandes conquistas en derechos políticos y sociales logradas en la centuria pasada, dando paso a una dictadura del no pensar liderada por unos cuantos; mientras que nosotros vamos aceptando el cambio de escenario con una pasmosa naturalidad que asesina poco a poco esas voces que alguna vez llenaron nuestra cabeza: el popular "¡Sonamos, muchachos, resulta que si uno no se apura a cambiar el mundo, después es el mundo el que lo cambia a uno!"... que tantas veces lei en Mafalda.
Esta suerte de mutación cuasi imperceptible reviste distintas modalidades y posee distintas lineas de acción, pero todo empieza por el dejar de preguntarse por el origen de las cosas, por su conveniencia o no para nosotros como personas y no como animales, se nutre de nuestro laissez faire; después de pasar este límite, cualquier cosa es posible: nos acostumbramos a ver cómo es que nuestros políticos se benefician de la ignorancia de nuestros pueblos, ignorando sus necesidades de educación y de oportunidades económicas y sociales (la típica compra de votos con promesas y sacos de arroz); cómo es que se recortan nuestros derechos laborales(ya no somos personas con una voz propia, estamos a disposición del que paga porque de él es el dinero y el poder y punto, si te quejas te vas) quedando desprotegidos frente a los designios arbitrarios de un capital maximizador de beneficios pero que se olvida que detrás de las empresas hay personas (por si acaso no tengo bandera política y estoy de acuerdo con la búsqueda de la eficiencia pero "¡así no, pues!"); cómo es que nos empapamos de un afán utilitarista y excesivamente pragmático en donde ya no nos sentimos bien ni con nosotros mismos y la experiencia del otro se reduce a una mera relación de conveniencia.
Pero bueno, no pretendo hacer de este artículo un sermón moralista, pero si me parece que es buena la oportunidad de recordar que cualquier cambio parte de nosotros y de no callar, de no dejarse avasallar, de saber que cada quien tiene algo con lo cual participar en una sociedad que es nuestra (suena hasta extraño decirlo, pero es que veo a tanta gente dejándose llevar a la deriva).
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